lunes, 15 de octubre de 2018

Cuentos de terror en el primer mundo

Como todos los días, me despierto a las dos pm aproximadamente. Y me levanto de la cama a las tres. También aproximadamente. Algún chisme, alguna noticia o publicación me hace reír, llorar o enojarme (a veces las tres a la vez) en esa hora, me ayudan a disfrutar un rato mi cómoda y fresca cama.

Levantándome, busco mi playlist "mañanero" y me preparo para iniciar el día. Al cepillarme los dientes, veo de reojo que pasa una sombra afuera de mi ventana. Luego pasa por la segunda ventana. Mi mente fría dice que es el vecino que va de salida. Mi mente fantasiosa dice que es la sombra que vio la vecina la otra vez. Y me acuerdo de la vez que alguien me comentó que sintió una vibra extraña en el edificio. Mi mente fría dice que no puedo seguir creyendo en esas cosas, que no existen. Mi mente fantasiosa dice que solo hay una manera de asegurarse y es verificando que la sombra pase por la tercer ventana. Miré y no pasó. Mi mente fría dice que seguramente imaginé que la sombra pasaba por la primera y segunda ventana. Mi mente fantasiosa asegura que no fue imaginación.. Con cada segundo el corazón se me acelera más. Mi mente vanidosa dice que al fin tendré una historia paranormal que contar. Mi mente cobarde dice que ya le pare o no podré dormir en la noche.

La sombra nunca pasó por la tercer ventana. Con el pulso a todo lo que da y sudando, me acerco a la puerta. La abro decidida a enfrentar lo que fuera. Una sombra, una neblina, un ente, un alien (que no sea un alien, por favor), o peor aún, nada.

Pero sí, mi mente fría siempre tuvo razón. Era el vecino que iba de salida y se detuvo antes de pasar por mi tercer ventana para cambiar de canción en su celular.